Tenía que escalar, subir a un pico alto no sé porqué ni cómo.
Iba en una expedición con varias personas que no conocía, excepto a una; una compañera de trabajo de Alemania, una amiga mía.
Hacíamos una ruta a través de una montaña altísima. Todo estaba cubierto de nieve y, a pesar de que era muy dificultosa la marcha, no parábamos un solo momento.
Cuando el camino se hacía más empinado nos poníamos en fila y yo siempre iba el segundo. Se creaban pequeños surcos en la nieve, y era por el lugar por el que caminábamos. De vez en cuando, por los alrededores, había agujeros en la nieve y a través de ellos se veían bonitas formas de hielo y roca bajo las capas de nieve.
Estaba cansado, necesitaba parar porque me dolía la rodilla, además estaba empezando a oscurecer. Entonces decidimos establecer ahí nuestro campamento. Comenzamos a quitar nieve y allanar toda la zona. Había algunos agujeros en el suelo que parecían peligroso, alguien les puso nieve encima y los perdimos de vista. Ahora había que andar con muchísimo más cuidado.
Yo me cambié de ropa: me puse ropa seca y ropa de tejido polar rojo. Busqué un sitio cómodo y me tumbé a dormir. Dormíamos juntos para mantener el calor.