Iba en un coche a toda velocidad por el campo, por la zona del río donde yo siempre estuve de pequeño. Sorteando curvas por caminos de tierra tenía que buscar un aparcamiento, así que me metí en un barrio que apareció de repente; era un barrio un poco marginal, con muchos niños jugando en la calle y donde se respiraba un aire amenazante. Allí encontré un descampado y aparqué el coche.
Tras caminar un rato llegué a la orilla de un río, allí se encontraba mi padre esperándome. Entre los brazos tenía una tortuga marina bastante grande, viejecita y delgada... cuando vi a mi padre le dije ¡pero qué haces aquí con ella! las tortugas pueden vivir hasta mil años, y si la traes aquí la estás sacando de su hábitat natural. Mi padre me dijo que tenía razón y la soltó en el mar; a lo que después comenté, seguro que nos estará agradecida hasta después de que hayamos desaparecido del mundo.
Tras caminar un rato llegué a la orilla de un río, allí se encontraba mi padre esperándome. Entre los brazos tenía una tortuga marina bastante grande, viejecita y delgada... cuando vi a mi padre le dije ¡pero qué haces aquí con ella! las tortugas pueden vivir hasta mil años, y si la traes aquí la estás sacando de su hábitat natural. Mi padre me dijo que tenía razón y la soltó en el mar; a lo que después comenté, seguro que nos estará agradecida hasta después de que hayamos desaparecido del mundo.
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